1997, setiembre. Perú jugaba las eliminatorias para el mundial de Francia 98 y la cosa no iba tan mal, peleando un cupo, resistiendo a los embates. El nacional estaba lleno y el rival era Uruguay.
Y yo fui con mi viejo y estaba nervioso porque nunca había ido al estadio. Todavía me acuerdo la impresión que tuve al cruzar el túnel que separa las tribunas de la calle: demasiada gente, color, olor a canchita y a maní confitado. Estaba ansioso y feliz. Salió Perú. Cante el himno. Ese día, tal vez, me hice hincha del futbol.
Pito el árbitro, se inició el partido, pero esa ya es otra historia.
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